No han pasado muchos años desde que las empresas eran vistas meramente como instituciones serias, pensadas únicamente para la producción de bienes y servicios en ambientes por completo fríos y racionales donde las emociones tenían muy poca o nula cabida. En este contexto, las habilidades técnicas e intelectuales tenían un peso decisivo sobre aquellas habilidades que hoy conocemos como soft skills; sin embargo, en las últimas décadas, esta clase de competencias ha ganado terreno a tal grado de que, actualmente, son consideradas como herramientas fundamentales para el liderazgo efectivo y, por lo tanto, para el éxito de los negocios en un mercado altamente competitivo.

Basado en sus investigaciones y otros estudios, Goleman argumentaba la inteligencia emocional (IE) es la condición sine qua non del liderazgo. Goleman adquirió fama mundial tras la publicación de su libro Emotional intelligence en 1995, mismo que basó en las extensas investigaciones teóricas de McClelland, Gardner y LeDoux. El concepto se comprende como la habilidad del líder para identificar y entender las emociones propias y las de los demás, así como el efecto que estas tienen en el modo en que las personas interactúan y la capacidad de utilizar dicha información para articular proactivamente los esfuerzos de su equipo de trabajo con el plan estratégico de la organización.

Y no es, en sí, que las hard skills no tengan importancia, pero como el propio Goleman comentaba, son habilidades que se dan por sentado en un puesto de mando medio o superior. Sin embargo, a partir de cierto punto, hay muy poca o ninguna relación entre, por ejemplo, un alto nivel de coeficiente intelectual y el éxito profesional. Bradberry y Greaves, autores del reconocido The emotional intelligence Quick book: everything you need to know to put your EQ to work (2005), investigaron el papel de la inteligencia emocional junto con otros treinta y tres comportamientos relevantes del ámbito del liderazgo –gestión del tiempo, visión y comunicación, por mencionar algunos–, y llegaron a la conclusión de que la práctica eficiente de todas estas competencias depende en gran medida de la IE. Para ser más concretos, encontraron que la inteligencia emocional representa el 60 por ciento del éxito laboral de cada individuo, independientemente de cuál sea su empleo. Y aquí es donde la definición básica de este popular y, en ocasiones, controversial concepto, se queda un poco corta, pues lo cierto es que la IE comprende todo un abanico de habilidades inter e intrapersonales:

Considerando todos estos factores, no es tan descabellado afirmar que la inteligencia emocional es un fuerte indicador de éxito para el líder moderno. Después de todo, debemos señalar que su trabajo tiene un impacto directo en el desarrollo de un ambiente laboral sano y sistemas de comunicación organizacional efectiva, así como en la implementación de estrategias que impulsen el desempeño general de las empresas. Atrás han quedado los días en los que el líder se limitaba dirigir y organizar a su equipo de trabajo; actualmente, el buen liderazgo se caracteriza por la administración eficiente de las emociones, es decir, por la capacidad de influir, motivar y potencializar los resultados del personal.

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